El método antiguo de embalsamamiento de cadáveres
Las prácticas de conservación de un cadáver han sido utilizadas desde hace siglos con el fin de mantener en buen estado el cuerpo, sin que este llegue a descomponerse en su totalidad. Así, estará en las condiciones requeridas para ser tolerado por las personas que estén a su alrededor.
Aunque este tipo de prácticas han sido utilizadas por los seres humanos desde hace años, la metodología y los diferentes tipos de sustancias que se aplican a los cadáveres, han cambiado con el paso del tiempo. En la actualidad, se busca una técnica de embalsamamiento más potente, fuerte y duradera. Esto se logra con fuertes químicos conservantes, resinas y colorantes para mantener un buen aspecto de la piel.
Antes de realizar cualquier alteración del cadáver, es necesario lavar el cuerpo con sustancias químicas y germicidas para eliminar cualquier bacteria que pueda generar efectos adversos en el cuerpo.
Además, se deben limpiar los orificios de la nariz y la boca para luego colocar algodones en ambas partes, y así evitar que salgan fluidos que puedan ser desagradables al olfato. Después, se sutura la boca para prevenir que el cuerpo se contamine por factores externos.
Tras el proceso de limpieza del cadáver, el siguiente paso es un masaje en todo el cuerpo, para que así se pueda disminuir de manera considerable la rigidez que el mismo adquiere tras la muerte. El único fin es que el aspecto físico del difunto mejore, lo que se requieren cremas y aceites que humedezcan la piel.
Al alcanzar las condiciones óptimas, se procede a hacer un vaciado del cuerpo. Primero, se hace una incisión en la arteria principal para extraer toda la sangre del cuerpo; para posteriormente, introducir el bálsamo, que normalmente se compone de formol, agua y productos químicos que ayudan a una mejor conservación.
También se utilizan conservantes, fijadores, germicidas y colorantes en el proceso de vaciado de la sangre. Esta se sutituye por el líquido de embalsamamiento, mediante bombas de inyección y aspiración.
El colorante es uno de los elementos principales a la hora de hacer un embalsamamiento, ya que ayuda a que el cuerpo se recupere y adquiera un tono natural. Así, se evita que el cadáver tenga ese típico color azulado o lívido, totalmente normal tras la muerte.
Las sustancias conservantes o productos químicos son los elementos que evitan la putrefacción de los tejidos del cuerpo, mientras que los germicidas evitan que se generen hongos o moho. En el caso de las bacterias, la persona encargada del embalsamamiento emplea grandes cantidades de alcohol, glicerol y formalina para combatirlas. Estos químicos son esenciales para matar cualquier bacteria que pueda infectar el cuerpo.
De estar dañados los órganos por enfermedades como cáncer o diabetes, el líquido se inyecta de manera directa en el mismo para evitar su descomposición. Si el cuerpo se encuentra hinchado por la quimioterapia o los medicamentos, el tanatopractor debe emplear sustancias para la eliminación de los líquidos que provocan la hinchazón.
Tras verificar que los órganos se encuentran debidamente embalsamados, se procede a perforar el intestino grueso, la vejiga, el estómago y los pulmones, para ser llenados con la sustancia química correspondiente.
Por último, entra en juego la tanatoestética. El tanatoesteticista se encarga de dar “vida al cuerpo”, es decir, mejorar el aspecto de la piel, así como la cara, el cabello, las manos y las uñas.
Es de relevancia saber, sobre todo para aquellas personas que emplean estas técnicas de conservación, que un cuerpo embalsamado necesita de un cuidado constante, en un ambiente frío y poco húmedo.
Jorge Vázquez.