El Tabú de la Muerte – Derecho a la muerte digna
Vivimos en una sociedad donde la muerte sigue siendo un tema tabú, donde todo lo que la envuelve se halla abrazada por un manto de desconocimiento, incluso repudio. A ello debemos sumarle el mismo dolor, el mismo duelo, que tiene lugar en cada uno de los familiares y allegados del difunto.
Cuando hablamos de una muerte digna, no solamente hablamos del difunto en sus últimos momentos. También hacemos referencia a los rituales que se desarrollan a partir del suceso, a las gestiones en relación a la defunción y el mismo duelo. La muerte, en todas sus facetas, es un tema que inspira temor y dolor. Un tema que da miedo, entre otras cosas, por pensar “¿y qué viene después?”, por el mismo ocultamiento por parte de la sociedad. Este enmascaramiento viene heredado culturalmente y, con el paso de los siglos, se ha consolidado como un tabú, hasta el punto en el que se llegan a desautorizar duelos y, por lo tanto, se llegan a generar patologías de salud mental, como la depresión.
Por lo tanto, nos encontramos frente a una situación muy completa porque con ritos invalidados o prohibidos, una gestión de trámites en relación al difunto desconocido por muchos de los familiares y un miedo a hablar abiertamente de la muerte, a expresar los sentimientos y pensamientos derivados del duelo, e incluso situación donde no se le va a permitir expresar o hablar a la persona por las circunstancias que les envuelven.
Llegados a este punto, el lector de este artículo podría preguntarse ¿qué tiene todo esto que ver con el trabajo de un tanatopractor? o ¿realmente abarcamos tanto en nuestro trabajo? Y la respuesta no es otra que: sí, y mucho más.
Como tanatopractores, nuestro trabajo comienza en las familias, a las que vamos a dedicar gran parte de nuestro trabajo. Vamos a hablar con ellos para que nos expresen sus deseos respecto al velatorio, detalles respecto al acondicionamiento, féretro, flores, urna en el caso en el que tuviese servicio de cremación… Además nos encontramos con personas que están pasando por las primeras fases del duelo y cuyo desarrollo del mismo está, en muchos casos, condicionado por un momento tan importante como es el velatorio. La última imagen del difunto que se grabará en sus recuerdos. Un punto de inflexión fundamental.
“Hacemos lo que hacemos por el que se va, pero también por todos aquellos que se quedan; que tengan una despedida que les ayude en su duelo.”
Nuestro segundo punto, que no por ello es menos importante, es el trabajo con el difunto. Nuestro trabajo abarca, evidentemente, acondicionar al difunto no solamente desde el punto de vista higiénico-sanitario, sino para eliminar la huella de la muerte y el sufrimiento del difunto. Buscamos que la familia borre de sus memorias ese recuerdo doloroso de angustia y se quede con una imagen de armonía, paz y sosiego, pero también para darle último adiós y un destino final digno.
“Despedirnos de nuestros seres queridos, verlos partir desde la paz, ayuda muy positivamente en el proceso de readaptación que es el duelo.”
En definitiva, una amplia parte de nuestro trabajo es para y con los allegados y familias de los difuntos. Es una forma de ayudarles en un proceso cuanto menos doloroso. Informar correctamente, hacer una buena gestión de la documentación, ser ese punto de inflexión es una forma de también acabar con el tabú que tiene impuesto actualmente nuestra sociedad. Porque eliminamos una mala praxis, incluso la ausencia de la misma, que se ha generado por el miedo y por el desconocimiento; por un tabú que va más allá del silencio.
— Belén Navarro Priet
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