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Vivir con la conciencia de morir: cómo las nuevas generaciones afrontan la muerte y el duelo

Las nuevas generaciones se han cansado de disfrazar lo que sienten. Hemos aprendido a llamar las cosas por su nombre. Y entre todos los temas incómodos que nos hemos atrevido a poner sobre la mesa (la salud mental, la identidad, la diversidad sexual, el amor propio) hay uno que aún cuesta mirar de frente: la muerte.

Pero algo está cambiando. Cada vez somos más quienes queremos hablar del duelo sin que nos sintamos silenciados con un “ya pasará”. Quienes buscamos despedidas que reflejen vida, no solo dolor. Quienes trabajamos, incluso desde dentro del sector funerario, para abrir nuevas formas de acompañar, recordar y sanar.

Durante mucho tiempo, la muerte fue un tema tabú. En muchas casas se evitaba hablar de ella, especialmente con los niños. El duelo se vivía en silencio, reprimido, siguiendo rituales que pocas veces ayudaban realmente a procesar la pérdida.

Se lloraba en privado. No se hablaba de salud mental, de trauma, ni de despedidas que realmente fueran significativas. Simplemente, se esperaba que el tiempo lo curara todo.

El resultado de esto dio lugar a generaciones pasadas con dolor contenido, confusión y un gran sentimiento de soledad. Esto llevó a un proceso de duelo que, lejos de acompañar, muchas veces aislaba.

Desde los millennials hasta las generaciones posteriores, estamos transformando nuestra relación con la muerte.  No desde el miedo, sino desde la curiosidad y la empatía. 

Hoy, vemos personas compartiendo sus procesos de duelo en redes sociales. Hablando con honestidad de lo que sienten. Existen podcasts, cuentas de TikTok y newsletters dedicadas exclusivamente a explorar la pérdida, el duelo y las preguntas difíciles que deja la ausencia. Ya no solo lloramos en silencio. Queremos comprender, acompañar y sanar en comunidad. Estamos creando rituales personalizados. Nos despedimos con flores, sí, pero también con música, cartas, arte, memoriales digitales o árboles plantados en homenaje. Queremos que las despedidas cuenten la historia de quien se fue. 

Trabajo en el ámbito funerario, en el mundo de la tanatopraxia. Y aunque desde fuera puede parecer un oficio frío o distante, lo cierto es que es todo lo contrario. Lo que me trajo a esta profesión fue precisamente la posibilidad de acompañar a las personas en uno de los momentos más difíciles de su vida.

Quienes formamos parte de esta nueva generación dentro del sector funerario queremos romper con la frialdad que a veces ha caracterizado a estos espacios. Queremos humanizar cada proceso, recordar que no solo trabajamos con cuerpos sino que también trabajamos con historias. Con vidas que fueron amadas. 

Es un trabajo en el que se necesita técnica, sí, pero sobre todo empatía. Aquí se trabaja con el corazón en la mano, porque cada gesto importa. Cada despedida merece respeto, y cada persona que se va deja una huella que merece ser honrada. 

Actualmente, las formas de despedirse son tan diversas como las personas. Muchas familias optan por ceremonias laicas, rituales simbólicos, urnas ecológicas, encuentros íntimos o simplemente espacios seguros para hablar del proceso sin tapujos.

Ya no se trata de “superar” el duelo, sino de transitarlo con tiempo y acompañamiento. Hay una mayor apertura para acudir a terapia también a hablar de la  muerte con los niños. Estamos resignificando el dolor y transformándolo también, en amor.

Quizás el verdadero cambio no está solo en cómo enfrentamos la muerte, sino en cómo elegimos vivir con la conciencia de que no estaremos aquí para siempre. Y eso, lejos de restarle valor a la vida, se lo multiplica. Esto nos recuerda lo urgente de amar, de cerrar ciclos, de vivir con propósito.

Y si algo he aprendido en este trabajo, es que el amor no termina con la muerte. Permanece en la forma en que recordamos, en cómo cuidamos a quienes siguen, en los homenajes que construimos.

CONCLUSIÓN PERSONAL

Si has llegado hasta aquí puede que hayas perdido a un ser querido, o que simplemente estés empezando a hacerte preguntas que antes se callaban.

Sea cual sea tu camino, quiero que sepas algo: hablar de la muerte ya no es un tema tabú ni algo extraño. Es parte de lo que nos hace humanos.

Estamos abriendo una conversación que durante años se mantuvo en silencio. Y hacerlo no es motivo de tristeza, sino un acto de valentía y cuidado.

Porque al hablar de la muerte no nos alejamos de la vida, aprendemos a vivirla con más verdad.

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Tanatos formación ataúd

Protocolos operativos para el manejo y vestimenta del cuerpo del fallecido

En el trabajo funerario, nada es improvisado. Cada acción está guiada por protocolos precisos que buscan preservar la dignidad del fallecido y acompañar a la familia con profesionalidad Entre los momentos más críticos, aunque poco visibles, se encuentran dos: la movilización del cuerpo y la coordinación con los familiares para su preparación y vestimenta. Ambos pasos, cuando se ejecutan con rigor, reflejan la verdadera ética del sector funerario.

¿Cuántas personas se necesitan para movilizar un cuerpo?

La movilización de un cuerpo no es una tarea menor. Implica técnica y una ejecución correcta para evitar daños tanto en el cuerpo del fallecido como en el propio personal.

En condiciones ideales, este procedimiento debe ser realizado por dos personas. Esta dupla permite una manipulación segura, estable y digna, especialmente en espacios reducidos o con cuerpos de gran peso. Además, el trabajo en pareja reduce el riesgo de lesiones musculares o caídas, y favorece una comunicación constante durante todo el proceso.

Sin embargo, en la práctica, especialmente en momentos de sobrecarga operativa o plantillas reducidas, puede suceder que la movilización la realice una sola persona. Aunque esta no es la situación idónea, existen técnicas específicas que permiten realizar el procedimiento de forma controlada y profesional:

 Recomendaciones para movilizaciones individuales (casos excepcionales)

  • Evaluar el entorno antes de actuar: Asegurarse de que el espacio permita el movimiento seguro (evitar desniveles, escaleras o pisos inestables).

  • Utilizar equipamiento adecuado: Una camilla con ruedas y sistema de freno, fundas de traslado, correas de sujeción y guantes antideslizantes.

  • Aplicar técnica corporal correcta: Usar la fuerza de las piernas al levantar, mantener la espalda recta, y distribuir el peso del cuerpo en bloque para evitar puntos de presión.

  • Evitar tracciones en extremidades: Manipular el cuerpo por las zonas de mayor soporte (hombros, espalda baja, pelvis) para prevenir fracturas post mortem, que podrían comprometer la presentación estética durante la velación.

  • Documentar la maniobra: Registrar la situación como medida extraordinaria en el parte de servicio interno.

El uso de estas prácticas permite mantener la calidad del servicio incluso en contextos operativos adversos, aunque siempre debe procurarse la presencia de dos personas como norma profesional básica.

¿Se comunica la funeraria con la familia para llevar ropa al fallecido?

Sí. La comunicación con la familia en relación con la vestimenta del fallecido es una parte fundamental del proceso de atención. Este contacto se realiza de forma temprana, habitualmente después del retiro del cuerpo, y cumple un propósito claro: permitir que el fallecido sea presentado de acuerdo con los deseos familiares o personales.

En la mayoría de los casos, se solicita:

  • Ropa exterior completa (traje, camisa, vestido, etc.).

  • Ropa interior.

  • En ocasiones, accesorios personales como pañuelos, medallas, rosarios o incluso cartas.

Si el velorio será con el ataúd abierto, la presentación cobra un valor simbólico muy importante. La vestimenta ayuda a construir una imagen serena del ser querido y contribuye al proceso de despedida emocional de los allegados.

🔹 Recomendaciones para la gestión de vestimenta con familiares

  • Usar un lenguaje claro y empático: Informar a la familia con serenidad sobre la importancia de la vestimenta para el momento de la despedida.

  • Sugerir prendas cómodas de vestir: Ropa holgada, sin cierres complicados o materiales rígidos.

  • Preguntar por instrucciones específicas: Asegurar que se respete la voluntad previa del fallecido, si la hubiera.

  • Informar sobre alternativas: En caso de no disponer de ropa, ofrecer opciones como sudarios blancos o prendas institucionales neutras.

Cuando la familia no dispone de ropa adecuada o no desea vestir al fallecido con ropa particular, la funeraria puede y debe ofrecer alternativas, garantizando siempre una presentación digna y uniforme, especialmente en velorios cerrados o traslados largos.

Tanto la movilización como la preparación del cuerpo son actos técnicos que, bien ejecutados, elevan la calidad del servicio funerario. Se trata de pequeñas decisiones que reflejan la ética del oficio y construyen confianza con las familias.

El respeto comienza con lo que nadie ve, y se transmite en cada gesto silencioso del equipo funerario.

Conclusión personal

El traslado y la preparación de un cuerpo no son solo una obligación operativa: son el primer paso hacia el acompañamiento digno de una familia en duelo. Hacerlo bien (aunque nadie lo vea)  es parte de la grandeza de este oficio.

En el sector funerario, el verdadero profesionalismo se mide en los momentos más discretos.

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¿Dónde se recogen los cuerpos de los fallecidos?

No es un tema del que se hable todos los días, pero es algo que, tarde o temprano, nos toca de cerca. Cuando alguien fallece, especialmente fuera del hospital, muchas personas no tienen claro qué pasa después. ¿Quién se lleva el cuerpo? ¿A dónde lo trasladan? ¿Hay que llamar a alguien? En este artículo te lo explico de forma clara y sin rodeos, porque saberlo puede marcar la diferencia en un momento difícil.

Cuando la muerte ocurre en el hospital:

Si una persona fallece en un hospital, el proceso es bastante directo. Primero, un médico confirma el fallecimiento y se expide el certificado de defunción, que es como el “papel de salida”. Luego, el cuerpo se traslada a la morgue del hospital, donde permanece unas horas hasta que la familia decide qué funeraria se hará cargo.

A partir de ahí, la empresa funeraria se encarga de todo: recogen el cuerpo, lo preparan y lo llevan al tanatorio o al lugar donde será velado o enterrado. Aunque suene frío, es un sistema bastante ordenado que da algo de tranquilidad en medio del caos emocional.

Si alguien muere en casa:

Este es uno de los casos más comunes, sobre todo cuando se trata de personas mayores o con enfermedades terminales. Aquí es clave mantener la calma. Lo primero que hay que hacer es llamar a un médico (puede ser el de cabecera o los servicios de emergencia) para que confirme la muerte y expida el certificado médico de defunción. Es importante destacar que, sin ese documento,  NADIE puede mover el cuerpo.

Una vez con el certificado en mano, toca llamar a una funeraria. Ellos mandarán un equipo especializado para recoger el cuerpo y transportarlo en un coche fúnebre.

¿Y si la muerte ocurre en la calle o en un accidente?

Cuando la persona fallece en la vía pública, en un accidente o en circunstancias poco claras (como una muerte repentina sin testigos), el procedimiento cambia por completo. En estos casos, interviene la policía, un juez y un médico forense.

Lo que ocurre es lo que se llama “levantamiento del cadáver”, que es básicamente una investigación inicial para asegurarse de que no hubo delito o algo fuera de lo normal. Una vez que el juez lo autoriza, el cuerpo es llevado a un instituto de medicina legal, donde se le hace una autopsia. Solo después de eso, el cuerpo puede ser “entregado” a la familia.

Es un proceso más largo, pero necesario para aclarar las causas del fallecimiento.

En residencias de ancianos:

Cuando alguien muere en una residencia, el protocolo es muy parecido al del hospital. Un médico certifica la muerte, se avisa a la familia y, si esta ya ha elegido una funeraria, se coordina la recogida del cuerpo. Muchas residencias tienen ya acuerdos con funerarias para facilitar ese paso, especialmente si los familiares no pueden llegar de inmediato.

Fallecimientos en lugares poco comunes: hoteles, cárceles o incluso aviones:

Hay situaciones que parecen sacadas de una serie, pero que ocurren de verdad. Si una persona fallece en un hotel, se sigue un protocolo parecido al de los fallecimientos en casa, pero se informa además a las autoridades locales. Si ocurre en prisión, siempre interviene un forense, por protocolo legal. Y si alguien muere en un avión, se espera a aterrizar para que las autoridades del lugar se hagan cargo. No es algo frecuente, pero todo está previsto.

Pero…¿Cualquier persona puede recoger un cuerpo?

Una pregunta común es si cualquiera puede encargarse de trasladar el cuerpo, pero la respuesta es no. Solo las empresas funerarias autorizadas pueden hacerlo. Necesitan vehículos especiales, personal formado y una serie de permisos sanitarios. Además, hay normas muy claras sobre cómo debe ser ese traslado, tanto por respeto al fallecido como por higiene y seguridad.

¿Y la familia qué hace?

En momentos así, la familia suele estar emocionalmente desbordada, y es normal. Por eso, una vez que se obtiene el certificado, lo mejor es contactar con una funeraria de confianza que se encargue de todo. La mayoría ofrece un servicio integral: recogen el cuerpo, lo preparan, tramitan los papeles y organizan el velatorio o el entierro.

También pueden adaptarse a las creencias religiosas o culturales, ya que hay familias que tienen ritos específicos. Las funerarias están acostumbradas a estos casos y suelen actuar con mucho respeto y sensibilidad.

Antes de finalizar este artículo me gustaría recalcar que todo este proceso gira alrededor de un papel: el certificado médico de defunción (CMD). Sin él, no se puede hacer nada. Ni trasladar el cuerpo, ni registrarlo legalmente, ni proceder al entierro o cremación. Por eso es lo primero que se necesita en cualquier caso, incluso antes de pensar en la funeraria.

CONCLUSIÓN

Recoger el cuerpo de una persona fallecida no es solo una cuestión logística, es el primer paso del adiós. Aunque los trámites puedan parecer fríos, detrás hay profesionales que trabajan con cuidado y humanidad. Entender cómo funciona este proceso nos ayuda a estar un poco más preparados cuando la vida nos enfrenta a ese momento.

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OndaCero: La gran decepción 2×35 – Raquel Morcillo y la tanatopraxia

¿Hay una decepción mayor que la muerte? Desde luego tiene muchas papeletas… te sacamos de dudas con nuestra invitada de esta semana, Raquel Morcillo, tanatopractora y experta en decepciones relacionadas con la muerte .¡No te lo pierdas!

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Reconstrucción facial Post Mortem: Técnica especializada en tanatopraxia

Uno de los aspectos más emocionantes, y también más desafiantes de la tanatopraxia, es la reconstrucción facial post mortem.

Pero… ¿Qué es la reconstrucción facial post mortem?

La reconstrucción facial post mortem es una técnica especializada dentro de la tanatopraxia que se aplica cuando el rostro de una persona fallecida ha sufrido daños severos, ya sea por accidentes, enfermedades, quemaduras o cualquier otra causa que desfigure la estructura natural del rostro. El objetivo principal de este procedimiento es devolver al difunto una apariencia lo más cercana posible a cómo era en vida, para permitir a los familiares una despedida menos traumática.

Este tipo de intervención se vuelve esencial en casos donde el reconocimiento del cuerpo es difícil o emocionalmente impactante. A través de esta práctica, los tanatopractores no solo realizamos un acto técnico, sino también un acto profundamente humano.

La reconstrucción facial post mortem combina conocimientos de anatomía, arte y química. Los tanatopractores utilizan una variedad de materiales como ceras específicas para modelado facial, resinas, algodón, siliconas, pigmentos, pinturas especiales para piel y herramientas quirúrgicas adaptadas.

En primer lugar, se realiza una limpieza y desinfección profunda del rostro. Luego, si hay ausencia de tejidos, se reconstruye la base muscular y ósea utilizando soportes artificiales. Las ceras permiten esculpir la fisionomía del rostro, y los pigmentos se utilizan para igualar el tono de piel con una apariencia natural. Las fotografías del fallecido son fundamentales durante este proceso para lograr una semejanza realista.

Cuando se han producido fracturas craneofaciales, el trabajo puede requerir también la reposición de huesos rotos o la reconstrucción de estructuras óseas con moldes. En algunos casos, los tanatopractores debemos suturar grandes heridas, rellenar cavidades o incluso reemplazar partes del rostro por prótesis temporales.

Se necesita un alto grado de precisión, sensibilidad y empatía, ya que el trabajo no solo implica una destreza técnica, sino también una profunda responsabilidad emocional. En muchos países, la tanatopraxia está regulada y los profesionales deben contar con titulaciones reconocidas y cumplir normas sanitarias estrictas. La reconstrucción facial, por su complejidad, debe ser una especialización dentro del campo.

El poder de la reconstrucción facial post mortem va más allá de lo técnico. En muchas culturas, ver el rostro del ser querido antes del entierro o cremación es un paso crucial para el proceso de duelo. Sin esta posibilidad, muchas familias no logran cerrar adecuadamente el ciclo emocional de la pérdida.

Los tanatopractores, al permitir que una persona fallecida pueda ser reconocida y despedida con dignidad, brindan un servicio invaluable. En este sentido, la reconstrucción facial es uno de los aspectos más gratificantes de la tanatopraxia, ya que transforma el impacto del dolor en un momento de paz.

Conclusión 

Gracias a esta especialización los tanatopractores hacemos que muchas personas puedan despedirse de sus seres queridos de una forma más serena, recordándoles cómo eran en vida. Esto es, sin duda, una labor que honra tanto a los fallecidos como a quienes los aman.

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Efe – Tanatopractores: cómo el tabú acecha a los empleados de la muerte

Málaga, (EFE).- Trabajar entre cadáveres, bisturís y ataúdes es el día a día de los tanatopractores, un oficio relacionado con la muerte al que se dedican cada vez más jóvenes que, no obstante, lamentan el tabú y el morbo que existe sobre su sector: «Te preguntan si los muertos van a abrir los ojos».

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Telemadrid – Cómo funciona Madrid: la muerte

Todos pasamos, inevitablemente, por esta situación: la muerte. Hombres, mujeres e incluso animales. ¿Cómo es la muerte en Madrid?

En la capital encontramos el cementerio más grande de Europa: la Almudena. Este camposanto surge en 1894 y tiene más personas fallecidas que vivas en Madrid: 5 millones de personas descansan en 120 hectáreas.

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101 TV Málaga – Formarse en una profesión sin paro en Málaga es posible gracias a Tanatos Formación

 

La formación en el sector funerario, para algunos un gran desconocido, para otros un tema tabú. Lo cierto es que los temas relacionados con la muerte se suelen evitar, pero existe detrás de todo ello una profesión preciosa en la que los profesionales ayudan a dar a los seres queridos ese último adiós, preparándolos para su despedida y acompañando a los familiares y amigos.

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Judith Tiral Youtube – Así es TRABAJAR de TANATOPRACTORA: ¿Maquilladora de muertos?

¿Por qué la tanatopraxia es más que simplemente maquillar a los muertos? ¿Qué técnicas se utilizan? ¿Cuál es el propósito principal de este proceso? ¿Cómo se conserva el cuerpo para que parezca lo más natural posible? ¿Sabíais que la tanatopraxia tiene una larga historia y evolución? Todo esto y mucho más (como la importancia de la ética en esta profesión) lo explica Soraya Toro, experta en tanatopraxia. Entrevista completa en el siguiente vídeo:

101 Málaga TV- ¿Cómo es trabajar como tanatopractor?

Entrevista a Tanatos Formación en 101 TV Málaga. Una de nuestras alumnas: Rosa Zamora nos comparte su experiencia laboral como tanatopractora.