La muerte es un estado irreversible, pero aun así, en el organismo siguen presentándose procesos encaminados a la desintegración post morten del cadáver. Cada uno tiene determinado tiempo para aparecer y por supuesto deja su marca en el cuerpo. A todos estos cambios se les denomina fenómenos cadavéricos y tienen como finalidad descomponer la materia orgánica que ya no es útil. Es aquí cuando la tanatopraxia aparece para retrasar estos efectos durante de un determinado y corto plazo de tiempo.

Cuando morimos, el cuerpo deja de guardar un equilibrio físico-químico propio de la vida y aparecen los fenómenos destructores que solamente se verán acelerados o frenados, pero no se podrán cambiar de sentido ni dirección. Algunos de ellos son la deshidratación, el enfriamiento, la rigidez y el posterior ablandamiento, la lividez generalizada, la hipostasis visceral, la saponificación, autolisis y por último la putrefacción. A continuación veremos un poco más a fondo de qué se trata cada una de ellas.

Procesos biológicos post morten de un cadáver

Deshidratación: Cuántas veces hemos escuchado decir que las uñas y el cabello crecen después de la muerte, cuando en realidad no es correcto. Lo que ocurre en realidad es que el cuerpo está compuesto en un 70% de agua y al morir inicia un proceso de deshidratación perdiendo este líquido, lo que hace que la piel se retraiga y encoja creando la ilusión de que el cabello y las uñas están más largos.

Enfriamiento: El cuerpo humano es homeotermo, significa que su temperatura corporal se mantiene constante gracias a un conjunto de procesos exotérmicos. Cuando el cuerpo presenta un cese de actividades biológicas, estos procesos también se frenan, produciendo un enfriamiento cadavérico que transcurre de forma gradual y disminuye la temperatura hasta igualarse con la del medio ambiente. Sin embargo, el enfriamiento puede tener variaciones importantes debido a factores externos tales como la temperatura y la humedad del ambiente, la causa de muerte o la circunferencia del cadáver.

Rigidez (rigor mortis) y posterior ablandamiento: Aparece entre las 3 o 5 horas después de la muerte confirmada. Se presenta gracias a la deshidratación del tejido y la acumulación del ácido láctico en los músculos, lo que produce que el cuerpo se tense y sea imposible que sus articulaciones se muevan. Generalmente este fenómeno empieza a desaparecer pasadas 72 horas, en algunos casos puede durar más o menos tiempo.

Lividez cadavérica: Aparece entre 3 o 4 horas después de la muerte, son manchas de color rojo-vinoso pero que pueden variar dependiendo la causa la muerte entre un rojo intenso a un marrón oscuro. No se debe de confundir con la equimosis de color azul que no cambia de posición y desaparece si se realiza una pequeña presión con el dedo. En una muerte reciente, estos signos de lividez cadavérica pueden ayudar en la investigación forense, puede ayudar a terminar la hora del fallecimiento, si hay signos de violencia y si se produjeron en vida o post morten.

Hipostasis visceral: Es la acumulación pasiva de sangre en las zonas más declives de las vísceras, ocurre después de la muerte y puede aparecer en todas las vísceras, tales como cerebro, pulmones, intestinos, etc., adopta un color rojo oscuro de aspecto normal en los puntos de compresión, no debe confundirse con una congestión de origen vital.

Saponificación: Consiste en un cambio químico que sucede en la grasa corporal, esta se transforma en un compuesto céreo similar al jabón por un proceso llamado hidrólisis. Se presenta en cadáveres sumergidos en agua.

Autolisis: Es el proceso de autodestrucción celular y conduce a la degradación de un tejido o un órgano y da paso al último proceso.

Putrefacción: Por último, se presenta la descomposición de la materia por diversos organismos.

Estos son, en resumen, los cambios físicos y químicos que se presentan en un cadáver cuando la persona fallece. Algunos pueden revelar detalles importantes, no sólo para una investigación, sino también al momento de realizar una tanatopraxia.