¿Cómo eran los ritos funerarios de los egipcios?

La muerte ha acompañado al hombre durante toda su existencia y hubo muchas culturas que tenían diferentes conceptos sobre la vida y la muerte. Esto se puede evidenciar en los orígenes de sus creencias. Por ejemplo, en el antiguo Egipto, en los tiempos pre dinásticos (antes de las dinastías) los cuerpos egipcios eran enterrados desnudos y en posición fetal en las calientes arenas del desierto, lo que hacía el proceso de putrefacción del cuerpo mucho más lento. Por ello, cabía la posibilidad de que alguno de estos cadáveres aflorara a la superficie de tal forma que se llevaba a pensar que el cadáver se movía, que podía vivir y por supuesto que había vida tras la muerte.

La evolución de esta creencia llevó a los egipcios a creer que el cuerpo y el espíritu inmortal se reunirían para vivir otra vida en el paraíso, por lo que el cuerpo debía ser momificado de forma que fuera protegido de la putrefacción. La energía vital permanecía en el recinto mortuorio, y por ello, junto a los difuntos se enterraban víveres y estatuas que representaban ayuda para él, la parte espiritual debía abandonar el cuerpo durante el día y regresar por la noche.

Como acceder a una momificación

En un principio todos estos ritos funerarios eran diseñados para los faraones, ya que al ser representaciones de los dioses en la tierra, al morir adquirían estatus divino. Sus cuerpos y almas debían de mantenerse resguardados para la próxima vida. Sin embargo, tras la revolución del culto funerario, el hombre común ya podía acceder a la otra vida por medio de los rituales de la momificación y el entierro entre los que se incluían la ceremonia de apertura en la boca entre otros.

El proceso de embalsamamiento se realizaba especialmente si se trataba de alguien de la realeza o una persona con recursos. Tales ritos llegaron a su máxima expresión en la IV Dinastía, incluso se ha llegado a encontrar animales embalsamados. Mantener el cuerpo intacto era algo primordial para que el difunto pasara a la otra vida, y ser momificado en especial al ser enterrados en tumbas. Era un lujo practicado por todo aquel que se lo podía permitir. Llegaron a existir tres tipos diferentes de servicio, el más económico consistía en quitarle al cuerpo las entrañas y sumergir el cadáver en natrón durante 70 días.

Proceso de momificación en el Antiguo Egipto

La tarea de momificar a un difunto rey y reina tomaba un tiempo aproximado de dos meses. La conservación del cuerpo tenía un vínculo directo con el hecho de perpetuar el recuerdo del difunto. Por lo tanto, a los ricos y poderosos, incluidos los faraones, se les hacía un embalsamamiento que consistía en colocar el cuerpo en una tabla y hacer un corte en el abdomen para extraer todos los órganos a excepción del corazón que dejaban en el interior del cuerpo sin tocarlo ya que tenían la creencia de que en él residía la vida del difunto.

Los egipcios tendían a sacar el cerebro de los cadáveres puesto que para ellos no era importante. Lo hacían a través de la rotura de la capa de hueso y a través de una fina vara con forma de gancho a través de  la nariz se agitaba el cerebro hasta que se volvía líquido y posteriormente era vertido a través de la misma. Finalmente se limpia la cavidad craneal con lino y se cubría con resina caliente para sellarla. Después de toda esta operación se sumergía el cadáver en natrón, sustancia química que deshidrata el cuerpo y prolonga su conservación, en este momento, se amortaja al difunto con lino y la tela se pegada al cuerpo con resina.

Para el acto funerario después de realizar la momificación del difunto, era necesario que un sacerdote realizara el ritual de la apertura de la boca, esto aseguraba que la persona respiraba en el más allá. Luego los sarcófagos eran tirados por bueyes mientras se cantaba y recitaba algunas composiciones, un sacerdote iba derramando leche por el paseo y otro iba detrás del sarcófago quemaba una especie de incienso en el aire para purificarlo, se solía enterrar con la persona algunas de sus riquezas, estatuas y alimentos, se le llamaba ajuar funerario.

Algunas de estas creencias aún perduran en la cultura funeraria mediterránea moderna que tiene en común con estas civilizaciones la idea de que hay una vida mejor después de la muerte.


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