Proceso de incineración de un cadáver

La operación consiste en someter al cadáver, mediante la elevación de la temperatura, a un proceso de oxidación pirolítica selectiva controlada. Se consigue que la combustión se lleve a cabo en el seno de aire caliente y, por tanto, de forma pura sin intervención de elementos extraños.

Si la combustión es incompleta se produce mal olor y humo. Un horno crematorio debe garantizar la combustión total y la oxidación completa de los gases de la combustión. Para obtener una completa combustión, tanto del féretro como del cuerpo sin que produzca humo ni cualquier tipo de olor, se requieren varias condiciones: temperatura adecuada, aire en suficiente cantidad y el tiempo preciso, para proveer el oxígeno necesario. Sitio suficiente para poder albergar el cuerpo y los gases que desprende. Canales amplios para contener los gases de combustión hasta la chimenea.

Se debe evitar mover o tocar los restos hasta el final de su total calcinación, cuando las últimas llamaradas se hayan extinguido. Dentro de la cámara de cremación se genera una inmensa cantidad de gases de combustión, para que estos se puedan mezclar bien con el oxígeno contenido en el aire, ha de haber espacio dentro de la cámara del horno. El aire es introducido bajo presión mediante el uso de ventiladores.

El féretro y el cuerpo se consumen por sí mismo sin aporte alguno de calor mientras la temperatura se mantenga y se aporte el oxígeno necesario para mantener la combustión.

Lo primero que ocurre en la cremación es la deshidratación total del cuerpo. Inmediatamente, la separación del féretro y otros componentes. Se consumen por combustión completa todos los componentes orgánicos, quedando finalmente sales de calcio, y otros minerales procedentes del cuerpo.


Pero, ¿cómo se produce efectivamente el proceso?

En el horno se ha de alcanzar una temperatura mínima de unos 400 grados antes de introducir el cuerpo. Ésta deberá de mantenerse entre 700 y 850 grados.

En la primera cremación, cuando el horno está frío, esta cantidad de aire puede ser considerablemente reducida. Esta consideración debe ser individualizada, pues puede variar dependiendo de la clase de féretro, estado del cadáver y presencia de materiales sellantes. Si el féretro está húmedo, y el cadáver es de una persona fallecida a causa de una enfermedad destructiva o un proceso oncológico, en estos casos, el calor aplicado debe mantenerse a lo largo de un extenso periodo, a veces, desde el principio hasta el final. En cualquier caso, el operador deberá estar atento a las indicaciones del termómetro principal y del opacímetro, para introducir el aire necesario en cada momento.

La cremación del cuerpo se inicia en la parrilla principal donde inicialmente recibe el aporte térmico de dos quemadores de 100.000 Kcal/, después de 40 minutos aproximadamente, las cenizas caen debido a la gravedad a la solera en la que, mediante flujos térmicos de constantes corrientes de aire completan su combustión.

Posteriormente por el fenómeno de la gravedad las escorias caen a una solera inferior, en la que existe un quemador que hace completar su total calcinación total. De esta forma los familiares reciben exclusivamente las cenizas pertenecientes al cuerpo del finado tal y como prescribe la Organización Mundial de la Salud, como norma ética exigida y de obligado cumplimiento.


La importancia del cremulador

El cuerpo calcinado aún presenta trozos de un tamaño no óptimo para ser entregado a sus familiares. Una vez que enfriadas, las cenizas son totalmente molidas en un cremulador, donde adquieren una consistencia homogénea. El cremulador es una máquina regia, de acero, que gira con unas bolas de acero o plomo con el objetivo de machacar y triturar los restos calcinados hasta convertirse en cenizas.

Antes de proceder a introducir los restos calcinados al cremulador, habrá que recoger cualquier resto metálico con un imán exprofeso de neodimio. Durante el mismo, habrá que repetir la imantación varias veces. Una vez concluido todo el proceso el resultado final es aproximadamente dos kilogramos de cenizas.


Jorge Vázquez Cuñarro
Alumno de Tanatos Formación
Santiago de Compostela

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